Las fiestas pueden ser privadas o públicas. En las fiestas privadas, el anfitrión se encarga de su organización y de seleccionar a los invitados. Las fiestas públicas, en cambio, se suelen celebrar en los pubes y bares de una localidad (zona de copas) o en lugares acotados habilitados para tal fin. En cualquiera de los dos casos, a los invitados se les puede cobrar por su asistencia
Cualquier circunstancia, siempre que sea positiva, es apropiada para la organización de una fiesta. Por ejemplo, el final de los exámenes, el inicio de las vacaciones, un acontecimiento familiar (boda, bautizo, comunión, etc.) son situaciones más que propicias para celebrar una fiesta. Sin embargo, el acontecimiento por excelencia que engendra la mayoría de las fiestas es la celebración de un cumpleaños.
Los días en que mejor se acoge la convocatoria para una fiesta son, por razones obvias, las vísperas de festivo y fines de semana, es decir, los sábados. Para formalizar la convocatoria de la misma, hay que tener en cuenta, lógicamente, la fecha de dicha celebración, además de las costumbres de los invitados. Si se establece, por ejemplo, en vísperas de Semana Santa o de otra festividad señalada, lo más probable es que la mayoría de tus futuros asistentes se encuentren de viaje o en su segunda residencia. Por eso hay que ser precavido.
También se suelen hacer fiestas en algunas fechas especiales como el 24 de diciembre (víspera de Navidad) o el 31 de diciembre (fin de año).
No es conveniente organizar una gala el día de la inauguración de las Olimpiadas o el día de la final de la copa del mundo de fútbol si muchos de los invitados son aficionados al deporte. Del mismo modo, puede que no sea buena idea montar una fiesta cuando se celebre un espectáculo relevante en la ciudad, como por ejemplo: un concierto, se juega un partido, etc. En definitiva, hay que atar todos los cabos para cerciorarse de que puedan acudir la mayoría de los invitados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario